miércoles, 16 de enero de 2013

Catedrales Góticas; Construcción.



En la última etapa de la Edad Media, la Catedral es la iglesia mayor diocesana; en ella se asienta la cátedra del obispo, desde donde preside el culto e imparte su enseñanza a los fieles. Además, durante la Baja Edad Media, este edificio solemne testimonia la gloria del prelado que la mandó construir, exalta la alianza entre el clero y la monarquía y, también, revela el orgullo de la burguesía, que presta su dinero para la construcción, allí hacen sus grandes fastos (bautizos, bodas, funerales, capillas, reuniones gremiales...). En definitiva, la Catedral es el símbolo de la importancia y la grandiosidad de la ciudad. Y la gran mayoría de ellas están levantadas bajo los patrones del arte Gótico.


   


 En contraste con la arquitectura del románico, cuyas características esenciales son los arcos de medio punto, las estructuras macizas con escasos vanos y las bóvedas de cañón o arista, la arquitectura gótica empleó el arco apuntado (ojival), la bóveda de crucería, agujas, chapiteles y gabletes, reforzando el sentido ascensional que pretende transmitir el edificio, amplios vanos con tracerías caladas para conseguir la máxima luminosidad y estructuras reducidas al mínimo. Todas estas cualidades estilísticas fueron posibles gracias a las innovaciones constructivas, especialmente a la aparición de arco apuntado u ojival y a la bóveda de crucería. El arco apuntado proporciona más altura y esbeltez a la construcción gótica. Es el arco fundamental del gótica, aunque más tarde se utilizaron otros, como el conopial, carpanel, incluso el mixtilíneo.




Las iglesias medievales poseían bóvedas muy pesadas, que obligaban a disponer muros gruesos y con pocos ventanales para soportar sus empujes. A principios del siglo XII los constructores inventaron la bóveda de crucería, que consiste en el cruce de dos arcos o nervios apuntados, que conforman una estructura resistente sobre la que se colocan los ligeros plementos o elementos de relleno que configuran la bóveda.








Este sistema además de ligero y versátil, permite cubrir espacios de diversa configuración formal, con lo que posibilita un gran número de combinaciones arquitectónicas. La más sencilla es la bóveda cuatripartita pero poco a poco se van enriqueciendo su traza: bóveda sexpartita,






bóveda de terceletes y bóvedas estrelladas formadas por terceletes y nervios secundarios como son los combados (nervios curvos que se sitúan en la bóveda con fines ornamentales y no constructivos). En el gótico inglés, el recargamiento llega a dar espectaculares bóvedas de abanico.










Aunque las primeras iglesias góticas adoptaron una gran variedad de formas, la construcción de las grandes catedrales del norte de Francia en la segunda mitad del siglo XII se benefició de las ventajas de las bóvedas de crucería. Con ellas se podían concentrar los empujes en los cuatro puntos del vértice y posteriormente apearlos por medio de los elementos sustentantes, que podían ser los pilares o columnas pero también el sistema de estribo o contrafuerte y arbotante, un arco que transmite los esfuerzos tangenciales hacia un contrafuerte situado en el exterior del edificio coronado por un pináculo. Como consecuencia, los gruesos muros de la arquitectura románica pudieron ser reemplazados por ligeros cerramientos con ventanales que permitieron la aparición de la vidriera y facilitaron que el edificio alcanzase alturas insospechadas. Así se produjo una revolución en las técnicas constructivas.












Con la bóveda gótica los edificios pudieron adoptar formas variadas. Sin embargo, la planta común de las catedrales góticas consistió en tres o cinco naves longitudinales, un transepto, un coro y un presbiterio, es decir, una composición similar a la de las iglesias románicas. Las catedrales góticas también mantuvieron y perfeccionaron la creación más genuina de la arquitectura románica: la girola, una estructura compleja que aparece en la cabecera del templo, generalmente de forma semicircular con un deambulatorio alrededor y al que se abren capillas radiales de planta semicircular o poligonal.



La organización de los alzados en el interior de las naves y en el coro también mantuvo los precedentes románicos. Por su parte, los primeros pilares son recios y de sección bien simple, sin embargo al ir progresando el estilo en el siglo XIII se multiplican las columnas, siendo sólo columnillas adosadas o baquetones que se prolongan sobre la cubierta, determinando los arcos del entramado. Los capiteles quedan reducidos a simples molduras.








Inicialmente el alzado de las catedrales góticas francesas sigue el modelo de peregrinación románico con cuatro pisos: arcadas ojivales separando las naves, tribunas, pasaje del triforio en el espesor del muro y ventanas superiores o vidrieras hasta el arranque de las bóvedas (claristorio). Con el tiempo, el alzado quedará reducido a tres cuerpos, sobre todo en España: arcadas entre naves y capillas, triforio (generalmente de arquillos ciegos) y cuerpo de ventanas.








La decoración cambia radicalmente de signo. En ella podemos reconocer claramente lo que de naturalista tiene el estilo gótico. La abstracción geométrica tan representativa de la ornamentación románica se torna aquí en elementos vegetales que se mueven en entera libertad.. Los capiteles van perdiendo importancia como catecismos pétreos y tienden a desaparecer o a ser simplemente indicados por una pequeña moldura o una hoja de acanto. Y todo queda bañado por la luz, al poder abrir grandes vanos y ventanales en los muros, ya que la descarga de la bóveda se hace al exterior, hacia los arbotantes y pináculos. El gótico es el arte de las vidrieras de colores. Como motivo decorativo también, además de expulsar el agua del tejado, estaba las gárgolas, normalmente con cuerpo de animal y la boca abierta, por donde salía el agua.





El objetivo prioritario de la organización exterior de la catedral gótica, con sus arbotantes y pináculos, fue contrarrestar el peso de las bóvedas. La fachada occidental o de los pies de la iglesia, por otro lado, intentaba producir un efecto de desmaterialización del muro a través de ricos recursos plásticos. La típica fachada principal gótica se divide en tres cuerpos horizontales y tres secciones verticales o calles, donde se abren las tres portadas que se corresponden con las naves del interior. Las dos torres laterales forman parte del cuerpo de la fachada y se rematan frecuentemente por agujas o chapiteles. Por último, el gran rosetón sobre la portada central supone un magnífico centro para la totalidad del conjunto, generalmente enmarcado dentro del triangular gablete.






Catedral francesa de Chartres, y catedrales españolas de León, Burgos y Toledo

 


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